Quienes desean acompañar procesos terapéuticos o formarse como facilitadores de sanación, muchas veces olvidan una regla fundamental: no podemos acompañar a otros más allá del lugar al que hemos ido nosotros mismos. Por eso, en nuestra formación en Constelaciones Familiares, el proceso personal es parte central del aprendizaje.
Antes de ayudar a otros, es esencial mirar nuestras propias heridas, reconocer nuestras emociones, y sanar lo que nos duele. De lo contrario, corremos el riesgo de proyectar nuestras historias en quienes vienen a buscar orientación.
Además, haber vivido un proceso profundo nos permite tener mayor empatía, comprender los tiempos del otro y sostener desde un lugar de autenticidad. La experiencia no se transmite solo con teoría, se transmite con presencia.
En Raíces creemos que los mejores terapeutas y facilitadores son aquellos que han caminado su propio camino. Esa vivencia los hace verdaderos guías, no desde la perfección, sino desde la honestidad y la humanidad compartida.